Seguimiento de los participantes


Seguimiento del aprendizaje

¿Qué quiere decir el término «seguimiento»?

En un contexto educativo, el término «seguimiento» tiene un significado de «ayuda» y «apoyo» mediante sistemas de «evaluación» y «control». En el contexto más específico de una catequesis, la evaluación y el control se desprenden de la connotación académica para convertirse en:

Preocupación activa por ofrecer ayuda, en el camino del encuentro con la fe, mediante el acompañamiento y la amistad.

Evidentemente, esta preocupación activa no pasa de ser un deseo ineficaz si se carece de información sobre la asistencia a las reuniones, el avance -o la falta de avance- en la revisión de los contenidos, la entrega de las tareas y el interés que se pone de manifiesto en las diversas formas de participación.

Recursos de la plataforma

La plataforma (aula virtual) pone a nuestra disposición diversos recursos que facilitan enormemente el seguimiento del aprendizaje. Bastan un par de clics para obtener información sobre:

  • Los participantes que se demoran en el acceso al aula, o que no han entrado nunca.
  • La fecha en que accedieron por última vez a la plataforma.
  • El progreso y ritmo de su trabajo en las actividades programadas.

Los catequistas encontrarán en este PDF unas instrucciones muy simples sobre 3 recursos didácticos para el seguimiento del aprendizaje:

Prevenir los abandonos

La plataforma está programada para eliminar a los usuarios que no han accedido al aula durante 90 días consecutivos. Las razones de esta medida son dos:

  • La razón menor consiste en ahorrar recursos que no se utilizan: el costo de mantenimiento es proporcional al número de usuarios. Carece de sentido mantener una plaza sin ocupar.
  • La razón mayor es que la participación en la catequesis no consiste en «estar apuntado» a un programa que funciona solo. Se da por supuesto que hay un deseo de avanzar con otros, de ayudar y dejarse ayudar. Las ausencias causan un cierto daño a quienes lo toman en serio.

Entonces, ¿es bueno que haya abandonos? ¡Todo lo contrario! Para una catequesis bien llevada, se deberían encender las alarmas al ver que algunas familias quedan descolgadas. Los catequistas tendrían que ponerse las pilas: escribir a cada uno, llamarle, concretar una cita, pedir a un amigo común que le eche una mano, ¡lo que sea necesario! La peor medida es no hacer nada, pues esta dejadez pone de manifiesto una cierta indiferencia.

Evidentemente, no hay que esperar a que hayan transcurrido 86 días sin acceder a la plataforma (es un ejemplo). Si el catequista está atento y dedica un minuto diario -o dos, cada dos días- a revisar los datos de participación, enseguida se hará cargo de quiénes necesitan acompañamiento.

Como es lógico, esto no quiere decir que se olvide de los que sí participan con constancia: quienes más aprovechan son también los que más pueden contribuir al acompañamiento del resto.

¿Es realmente necesaria la labor de seguimiento?

La experiencia muestra que sí. El Directorio General para la Catequesis (n. 147) dice así:

Inspirándose continuamente en la pedagogía de la fe, el catequista configura un servicio a modo de un itinerario educativo cualificado; es decir, por una parte, ayuda a la persona a abrirse a la dimensión religiosa de la vida, y por otra le propone el Evangelio de tal manera que penetre y transforme los procesos de comprensión, de conciencia, de libertad y de acción, de modo que haga de la existencia una entrega de sí a ejemplo de Jesucristo.

A este fin, el catequista conoce y se sirve, desde una perspectiva cristiana, de los resultados de las ciencias de la educación.

Las ciencias de la educación dejan muy claro que «información» no es lo mismo que «educación» y que, para que realmente la haya, al profesor (catequista en nuestro caso) le corresponde una tarea activa: ha de ser un orientador, motivador, acompañante, … Pues si esto se aplica a la didáctica de las matemáticas o de las lenguas, ¡tanto más a la catequesis! Un poco más adelante, el Directorio describe del siguiente modo el respeto y amor que el catequista debe tener por los participantes en la catequesis:

¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un pedagogo; es el amor de un padre: más aún, el de una madre. Tal es el amor que el Señor espera de cada anunciador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia.

Desde esta perspectiva, se desprende que la actitud de los catequistas ha de ser la de desvelo traducido en oración y acción. Un buen padre, una buena madre, nunca dejarán solo a un hijo que se muestra remiso en sus obligaciones.

OBJETIVO: ¡QUE NADIE ABANDONE POR DEJADEZ DEL CATEQUISTA!

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