La inscripción en la Catequesis Familiar debería ser un acto voluntario explícito. Hay un motivo legal por la protección de datos: por sencillos y poco comprometidos que sean (nombre, apellidos y correo electrónico), quien se inscribe ha de dar su consentimiento formal. Un segundo motivo, más importante aún, es el de que vale la pena que, una vez convencido, el participante exprese esta decisión de forma reflexiva: no me limito a decir “Vale, apúntame”, sino que afirmo: “Sé que este curso persigue estos objetivos, con los que estoy de acuerdo, y aporto mis datos para inscribirme”.
Tras animarles en una reunión -o incluso personalmente- y ofrecerles la información oportuna (también por escrito) conviene que sean los propios padres quienes den el paso de adherirse a la Catequesis Familiar. Sin su implicación voluntaria, poco se puede conseguir.
Hay mil fórmulas para hacerlo: cumplimentando una ficha, aportando los datos de palabra, rellenando un formulario web, etc. Lo más importante de todo es el contenido del mensaje, algo que les recuerde que están dando su consentimiento no solo a proporcionar unos datos, sino a “adherirse” a un programa de formación.
Cada institución decide qué dice y cómo lo dice. Lo que aquí presentamos -repito- es una sugerencia. Cuanto menos comprometido sea el mensaje, menos compromiso sentirán los padres. A mayor grado de exigencia, más implicación. Es importante no asustar, así que conviene encontrar el equilibrio adecuado. Un ejemplo podría ser el siguiente:
Estoy de acuerdo en participar en el programa de Catequesis Familiar, pues entiendo que los padres debemos ser los primeros maestros en la fe de nuestros hijos, tanto con la palabra como con el ejemplo.
Soy consciente de que el programa requiere:
En consecuencia, doy mi autorización para que se utilicen los datos de mi familia (basta un usuario por familia):
¿Asegura esta fórmula que los padres que se inscriben se van a implicar de verdad? No hay seguridades plenas: sin la presencia, ánimo y empuje de los catequistas, la participación experimentaría una disminución progresiva. Las reuniones y el seguimiento deberían mantenerse, aunque el porcentaje de abandonos fuera alto: no por pedir menos se va a conseguir más. Además, en el terreno de la vida cristiana, la calidad siempre es un factor que cuenta más que la cantidad: si cumplimos nuestra misión, poco a poco conseguiremos ampliar el núcleo de familias que se toman en serio su fe. Es una cuestión de tiempo y perseverancia.
¿Y qué hacer con todos aquellos que no se inscriban? En cada catequesis se verá qué es lo más oportuno:
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