Por su propia naturaleza, la catequesis para novios y la catequesis para matrimonios jóvenes forma parte de la catequesis familiar. Sin duda es una de las actividades evangelizadoras más importantes para difundir en este Año de la Familia.
Escribo estas líneas en el día siguiente a la presentación del Motu Proprio “Antiquum Ministerium” con el que el papa Francisco instituye el Ministerio del Catequista. No me resisto a mencionar el hecho y apuntar un breve comentario: en el documento, el papa hace varias veces hincapié sobre el carácter secular de este ministerio laical y advierte que el reconocimiento de este ministerio se hace “sin menoscabo de la particular responsabilidad de los padres respecto a la formación cristiana de sus hijos” (Anticuum Ministerium, n. 5).
La observación anterior -a mi modo de ver- guarda una estrecha relación con las indicaciones pastorales que ofrece el Directorio para la Catequesis en el primer epígrafe del capítulo “VIII. La catequesis en la vida de las personas”, que se dedica íntegramente -y es el apartado más extenso- la “Catequesis y familia”. Afirma el texto (n. 232) que “será apropiado valorar la generosa y valiosa ayuda de otras parejas, que han vivido durante mucho tiempo la experiencia matrimonial”. Evidentemente, esas parejas son cristianos laicos, personas que pueden hablar desde su experiencia personal con la fuerza del testimonio. ¿Y en qué pueden contribuir? El Directorio menciona los siguientes momentos:
En este artículo vamos a poner la atención en las dos primeras catequesis: la de jóvenes y adultos que se preparan para el matrimonio y la dirigida a parejas jóvenes.
En el artículo del mes pasado, nos referimos a la catequesis de iniciación cristiana y a la importancia que tiene que los padres se impliquen a fondo, sean verdaderos catequistas, protagonistas en la formación de la fe en sus hijos. Y también hablamos del daño que causan los “padres ausentes” que se desentienden y delegan esta responsabilidad. ¿Qué relación tienen unas catequesis con las otras? ¡Mucha!
Cuanto antes sea posible encender o avivar y alimentar la llama de la experiencia cristiana en esas almas, más eficaz será la catequesis posterior: la de los niños y la de los adultos.
Cuando los padres de un niño lo llevan a la catequesis, con frecuencia lo hacen por tradición cultural y familiar. Hay que aprovechar esa ocasión, que es magnífica para acercar a la familia en bloque a la Iglesia. Pero todavía sería mejor si esos padres hubieran recibido una formación apropiada para el matrimonio y, en los años posteriores, hubieran vivido con coherencia. Por eso, cuanto antes sea posible encender o avivar y alimentar la llama de la experiencia cristiana en esas almas, más eficaz será la catequesis posterior: la de los niños y la de los adultos.
A nadie le extraña que las estadísticas muestren un incremento constante del número de divorcios, uniones civiles y emparejamientos sin sanción jurídica de ningún tipo. La familia está sufriendo un acoso legal, mediático y cultural sin precedentes. Tanto, que se ha hecho necesario precisar que el único matrimonio válido para los católicos es el de un hombre con una mujer.
Exigencia de un acompañamiento pastoral a los novios y matrimonios jóvenes
Pues bien, a grandes males, mayores remedios. En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el papa Francisco dice lo siguiente:
“La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada a afrontar hoy requieren un compromiso mayor de toda la comunidad cristiana en la preparación de los prometidos al matrimonio. (…) se puso de relieve la necesidad de programas específicos para la preparación próxima al matrimonio que sean una auténtica experiencia de participación en la vida eclesial y profundicen en los diversos aspectos de la vida familiar.” (Amoris Laetitia, n. 206).
Y luego, algo más adelante:
“Los Padres sinodales han indicado que «los primeros años de matrimonio son un período vital y delicadodurante el cual los cónyuges crecen en la conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio. De aquí la exigencia de un acompañamiento pastoral que continúe después de la celebración del sacramento.” (Amoris Laetitia, n. 223).
En ambos casos se trata de atender y acompañar a esas parejas jóvenes (o no tanto). No solo brindándoles formación, sino apoyo personal. Eso es una catequesis en toda regla que, como es lógico, debe ser adecuada a las circunstancias de los que se acercan a ella.
Y a esto es a lo que el proyecto “Catequesis para novios y matrimonios jóvenes” de catequesisfamiliar.net quiere contribuir:
El curso para catequistas está fundamentado en las indicaciones magisteriales (el Catecismo de la Iglesia Católica, las Exhortaciones Apostólicas Amoris Laetitia y Familiaris Consortio, la Encíclica Humanae Vitae, etc.) y ofrece recursos, propuestas y experiencias prácticas. En este vídeo se explica con cierto detalle:
El curso es gratuito gracias a la generosa ayuda de la fundación española Ciudadanía y Valores. Ojalá que esta iniciativa despierte el interés práctico de muchos y se sumen a nuestro proyecto de evangelización de la familia. Más información aquí
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